martes, 21 de octubre de 2008

Los bancos y la puta que los….

Cada vez que pierdo futuro, cada vez que pierdo sueños, cada vez que pierdo plata, por lo general hay siempre un banco en el medio. Ya sea porque las tasas suben o bajan, o la inflación se dispara y la devaluación aparece; siempre el primero en salvarse es un banco, ya sea que hay que financiarlo o rescatarlo, o simplemente evitar su quiebra para no producir una corrida bancaria. Siempre primero están los bancos.

En el Medioevo los bancos de la plaza pública era donde los primeros banqueros hacían su trabajo, de allí su nombre. Creo que también estaban sentados sobre el dinero de esa manera lo protegían y a su vez mandaban un claro mensaje de quien imponía las reglas. Tal vez el señor Jesús saco a latigazos a los fariseos justamente por eso, porque eran los generadores de la primera injusticia: la usura. Hija predilecta de la codicia y hermana de la avaricia.

En estos días los argentinos vemos con cierta angustia la caída del muro de Wall Street, justamente porque sabemos por propia experiencia que si el estado salva a los bancos, la factura final la pagan religiosamente los pueblos. “Capitalismo en la ganancia y Socialismo en las pérdidas”. Nosotros venimos de una larga experiencia de crisis económicas, y no hace falta que nos vendan pronósticos de gurúes que, no supieron (o no quisieron), advertir esta fenomenal crisis. Personalmente me inclino por la segunda versión, ya que la falta de información es la clave de los buenos negocios, claro, hechos a costa de millones de ahorristas que hasta ayer confiaban en sus bancos. Instituciones centenarias que avalaban con su experiencia la protección de los ahorros de toda una vida de carpinteros y plomeros del país del norte.

La confianza es la base del mundo del dinero, es el intangible que asegura lo tangible. No hay sustituto de ese sentimiento. Diariamente estamos dando o recibiendo unos papelitos con un valor asignado por un acuerdo social. En nuestro caso garantizado por los 50 mil millones de dólares del Banco Central, que pueden convertir cada peso en su equivalente en dólar. Ya que esa moneda se impuso después de la 2° guerra mundial como valor de intercambio internacional, transformándose así en la última instancia de respaldo. Lo que poca gente sabe es que el dólar esta regulado por una federación de bancos norteamericanos (Reserva Federal de Estados Unidos). Sus decisiones no tienen que ser aprobadas por el Presidente o por alguna persona de la rama ejecutiva o legislativa del gobierno*. De esta manera transfieren su devaluación al mundo, es decir nos exportan inflación a los países no desarrollados. Pero como se rompió la confianza ciega de los norteamericanos en su principal catedral del dinero, no será fácil restaurar esa fe a pesar de la maquinita y tal vez, solo tal vez, esta nueva situación dará paso a nuevos cambios culturales en relación con el consumo y de allí con el sentido de todo de lo que de él depende.

Freud en su libro Tótem y Tabú, dice; “Si entendemos por tabú, conforme al sentido general de la palabra, toda prohibición impuesta por el uso y la costumbre o expresamente formulada en leyes, de tocar un objeto, aprovecharse de él o servirse de ciertas palabras prohibidas, habremos de reconocer que no existe un solo pueblo ni una sola fase de la civilización en los que no se haya dado tal circunstancia”. Creo que ubicar al dólar en ese contexto de creencias -y anhelos de una sociedad-, no seria desacertado ya que en si la sola palabra obra como un refugio sagrado donde aferrarse, aunque toda la realidad objetiva diga lo contrario. Se impone el tabú a pesar de la razón.

Cabe entender del maestro del psicoanálisis que el dinero es uno de los objetos tabú de nuestra época, donde existen miles de leyes que prohíben aprovecharse de él, en el sentido de usarlo para corromper voluntades, robarlo o engañar la confianza del cliente. También la principal religión de estas tierras nos prohíbe moralmente su exhibición vanidosa, alentándonos a la pobreza como virtud deseable a conquistar por el alma en el cristianismo.
Todo lo anterior configura lo prohibido, que es un aspecto esencial del tabú ya que la necesidad inconsciente de transgredirlo es su exacta mitad oculta.

Parece que los bancos sufren esa compulsión a la que los somete el tabú, esa tendencia a apropiarse de lo ajeno, trasladando las pérdidas y quebrando así la confianza, siempre ingenua, de sus clientes.

2008-10-21
*http://es.wikipedia.org/wiki/Sistema_de_Reserva_Federal